El estudio está formado por 3 amigos diseñadores. Después de compartir 6 años en la Facultad de Bellas Artes, cada uno encaró su camino y en el 2014 nos volvimos a encontrar; fue entonces que decidimos formalizar. La idea de trabajar en un mismo lugar, con horarios de humanos mortales y sin pijamas de freelancers le terminó de dar forma a la aventura.

Estamos muy atraídos por la idea de mantenernos en modalidad ‘boutique’. Si bien constantemente compartimos proyectos con otros colegas, conservar una estructura in-house chica nos da el poder de tomar ciertas decisiones que alimenten ésta filosofía, como ser más selectivos con los trabajos, evitar producir grandes cantidades de material (para poder prestarle atención a los detalles) y tener un trato más directo con quién trabajamos.

Brillante. Nunca se opusieron a lo que les llevamos y ciertamente eso colaboró con la calidad de lo que pudimos entregar.

Una industria en constante crecimiento, con grandes capacidades estéticas y creativas. Existe una gran cantidad de diseñadores trabajando contra viento y marea, compitiendo de igual a igual frente a talentos increíbles de los países más desarrollados pero en inferioridad de condiciones tecnológicas y económicas. Afortunadamente, esto muchas veces nutre la capacidad profesional para encontrar soluciones más inteligentes/optimizadas frente a la presentación de un problema.